Escritor: Joel Matthews
Publicado: 23/7/2015


En EDN 127, Dick TinsleyDavid Headley parecen ofrecer visiones de alguna forma contradictorias respecto a las cooperativas de productores. Cuando tales ideas contrarias surgen, suelen señalar un área de complejidad menospreciada. Por tanto, en vez de perder la calma, deberíamos de tomar el tiempo para entender. De hecho, éste es un buen momento para reconocer que intervenir en una comunidad es complejo y potencialmente arriesgado (para los usuarios finales). Debemos actuar con prudencia cuando propongamos cambiar la vida de otras personas.

Realmente, el problema aquí enfrentado se agrava por la tendencia de los pensadores educados en Occidente (la mayoría de los cuales lee EDN) de depender demasiado de modelos. Los modelos ayudan al análisis de situaciones complejas al presentar una imagen simplificada de la realidad, por ejemplo al reducir el número de variables que tienen un impacto sobre un resultado particular. Los modelos pueden ser muy poderosos, pero sus defensores tienden querer universalizar su aplicabilidad. 

Veamos otras dos perspectivas sobre cooperativas. David Headley ha vivido algunas experiencias positivas respecto a la utlidad de las cooperativas de campesinos; estás no deberían descartarse. Sin embargo, sería un error universalizar estas experiencias positivas para recomendar cooperativas para todos los productores agrícolas. Dick Tinsley señala correctamente la tendencia a ignorar los aspectos negativos de las cooperativas para promover el modelo. Tinsley también sugiere llevar a cabo un análisis detallado de prácticas autóctonas para comparar con el modelo propuesto (la cooperativa). Esto es una clara sugerencia válida, pero al menos que haya una cooperativa funcional ya operando en un ambiente cultural y económico similar, sería como comparar manzanas y naranjas: comparar información recolectada de un sistema autóctono con información imaginada del sistema propuesto inexistente. Esto dejaría demasiado espacio para interpretación basada en el sesgo del investigador. Pero hay otro problema con dicho análisis; tiende a enfocarse en las conclusiones de los investigadores en vez de las conclusiones de los productores. 

Mi experiencia trabajando e investigando entre pequeños productores de África Occidental sugiere que no se presta atención suficiente a los sistemas e instituciones pre-existentes. En muchos casos, facilitadores del desarrollo entran a una comunidad sin suficiente conocimiento de las prácticas y preferencias existentes. Sin duda, el pequeño productor en cuestión ya utiliza los servicios de hombres y mujeres de negocios privados para llevar a cabo prácticas que  la cooperativa asumirá. Por tanto, los dueños de negocios probablemente se resistirán a la formación de cooperativas. Pero más importante, debemos de preguntar si los campesinos ya cooperan a pequeña escala, como reuniendo dinero en grupo para comprar fertilizante al por mayor y después dividírselo entre ellos. Si los productores que viven y trabajan juntos no cooperan a este nivel, entonces la cooperación a larga escala quizás vaya a tener problemas insuperables. Descubrí que muchas comunidades rurales sufren de bajos niveles de confianza mutual que dificulta el potencial de cooperación. En comunidades así, incluso si se estableciera una cooperativa, se desintegraría una vez que la agencia retirara el apoyo.

Además, los facilitadores de desarrollo a menudo asumen erróneamente que las comunidades existen como un todo cohesivo y cooperativo. De hecho, muchas aldeas rurales Hausa, por ejemplo, existen como una colección de sub comunidades competitivas compuestas de grupos de hombres y mujeres. En tal contexto, es un error ofrecer una cooperativa única para la aldea, dado que la aldea no es una entidad única. Los grupos de hombres difieren en términos de poder relativo y acceso a los recursos, y por supuesto tienden a dominar los grupos de mujeres. Por tanto, una sola cooperativa probablemente beneficiará el grupo de hombres más fuerte a costa de la exclusión de otros. En este caso puede ser aconsejable trabajar con cada sub grupo individualmente. Por otro lado, quizás haya una diferencia significativa entre la habilidad de algunos grupos para trabajar por una meta común. He encontrado que los grupos de mujeres a menudo tienen un nivel mucho más alto de confianza entre sus miembros de lo que tienen grupos de hombres comparables, y muchos grupos de mujeres ya operan cooperativas de ahorro. En estos casos, puede ser aconsejable facilitar las cooperativas de campesinos entre grupos pre-existentes de mujeres, y no tratar de incluir a otros hombres y mujeres que no comparten un alto nivel de confianza entre ellos.

Esta complejidad quizás sea aleccionadora, especialmente para los estadounidenses que quieren arreglar las cosas con rapidez y avanzar. Sin embargo, la realidad siempre es más compleja que los modelos que creamos. En lugar de desalentarnos por dicha complejidad, la podemos ver como un llamado para entender a más profundidad las comunidades donde intervenimos. Esto requiere un fuerte compromiso de tiempo,  una humildad que reconozca nuestra ignorancia, y una disposición para trabajar con los productores para crear el mundo que ellos conciben. Esto es mucho más preferible que trabajar para nuestra visión del mundo y al final mucho más sostenible. Los cristianos, de todos los pueblos, deben reconocer que Dios deliberadamente creó un mundo diverso. Las diferencias culturales son una expresión de la gloria multifacética de Dios, y deben celebrarse en lugar de homogenizarse. Si esto es cierto, entonces querremos trabajar con cada comunidad buscando entender su visión peculiar del mundo y ayudar a que se logre. Éste es un proceso lento y complejo, pero creo que Dios no pide menos de los trabajadores del desarrollo comunitario cristianos.

 

Cita este artículo como:

Matthews, J. 2015. Negociando dos aparentemente contradictorios entendimientos de cooperativass. ECHO Notas de Desarrollo n.o 128


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